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Los tesoros arqueológicos de Brindisi siguen siendo esquivos para la mayoría de los visitantes. Aunque el 78% de los cruceros por el Mediterráneo hacen escala en este puerto histórico, menos del 30% descubre algo más allá de las columnas romanas cerca del muelle. El problema radica en la dispersión de los sitios, la falta de señalización en inglés y los horarios confusos, lo que convierte lo que debería ser un encuentro fascinante con ruinas de 2.300 años en una búsqueda estresante. Muchas familias pierden tiempo valioso buscando los almacenes subterráneos de la era de Trajano, mientras que los amantes de la historia pasan por alto detalles clave de la civilización mesapia por exhibiciones mal señalizadas. Esto es importante porque Brindisi fue la puerta de Roma al Oriente: sus ruinas cuentan historias de colonos griegos, comerciantes bizantinos y conquistadores normandos que moldearon la identidad del sur de Italia.

Cómo explorar las ruinas dispersas de Brindisi
Los sitios arqueológicos de la ciudad sufren lo que los locales llaman 'síndrome de esconderse a plena vista'. A diferencia de lugares compactos como Pompeya, las ruinas de Brindisi se extienden en siete ubicaciones distintas por barrios modernos. Las columnas romanas en Via Colonne son solo un fragmento del antiguo complejo portuario: la mayoría de los visitantes nunca encuentran el cercano Templo de San Giovanni al Sepolcro con sus frescos medievales. Un truco poco conocido es seguir las placas 'Pietre di Brindisi', marcadas con tallas de barcos antiguos que forman un discreto camino entre sitios. Las mañanas (antes de las 9) son ideales para fotografiar los mosaicos romanos del Palazzo Granafei-Nervegna sin multitudes. Lleva monedas pequeñas: algunos sitios, como la cripta subterránea del Museo Diocesano, requieren pagos de €1-2 en torniquetes.
Descifra la historia milenaria de Brindisi
Lo que parecen fragmentos de piedra al azar cuenta una historia de 2.500 años si sabes dónde mirar. La planta baja del Museo Arqueológico se centra en los mesapios, habitantes pre-romanos de Brindisi, con estelas bilingües que muchos pasan por alto. Los guías locales destacan la 'regla de los tres puertos': las columnas romanas marcaban la entrada ceremonial, mientras que los muelles funcionales (ahora bajo el agua) se extendían hacia el mercado de pescado. Busca marcas en los bloques de piedra caliza cerca del Lungomare Regina Margherita: son hendiduras dejadas por las cuerdas de los barcos. El patio de la iglesia de Santa Teresa dei Maschi esconde columnas romanas reutilizadas con marcas de cantera. Para los más entusiastas, la Biblioteca Provincial guarda bocetos del siglo XVIII de fortificaciones bizantinas perdidas: pregunta amablemente y el personal podría mostrarte reproducciones.
Accesos secretos para evitar aglomeraciones
Los horarios de los cruceros crean oleadas predecibles de turistas que se pueden evitar. Cuando lleguen varios barcos (consulta el calendario del puerto), visita primero la zona arqueológica de San Pietro degli Schiavoni, bajo un edificio bancario: sus termas romanas subterráneas rara vez tienen colas. La ciudad ofrece acceso gratuito al atardecer a las columnas romanas los viernes de verano hasta las 22h, cuando la iluminación resalta detalles invisibles de día. Los locales usan la entrada trasera del Museo Arqueológico por el Palazzo Nervegna, donde las colas son más cortas. Si viajas en julio-agosto, el pueblo de Mesagne (25 minutos en autobús) ofrece murallas mesapias bien conservadas y menos visitantes.
Convierte las ruinas en una historia coherente
La clave para apreciar Brindisi está en entender su papel como el segundo puerto más importante de la antigua Roma. Empieza en el Museo Marítimo para comprender las rutas comerciales, luego sigue las huellas de cada civilización: tallas de barcos griegos en las columnas romanas, modificaciones bizantinas en la iglesia de San Leucio y refuerzos normandos en las murallas del castillo. Una ruta poco conocida sigue el decumanus romano original desde Porta Mesagne, pasando por cinco sitios olvidados. Los arqueólogos locales recomiendan enfocarse en un material por visita: sigue el travertino para ver cómo los romanos reusaban bloques griegos, o rastrea fragmentos de mármol para entender las redes comerciales imperiales. Así las ruinas dispersas se convierten en capítulos de un libro de historia vivo.